domingo, 30 de abril de 2017

Nuevas perspectivas

Y de repente, todo hace click, y se reordena. Quizás no absolutamente todo, pero una parte importante de mis pensamientos encuentra un sentido. Este es un té imprevisto, tardío y a deshora, pero no llega frío... Llega con muchísima esencia. 


Después de un tiempo, me reencontré con una parte sin resolver de mi pasado a través de un chico del que me enamoré, y que me hizo replantearme tantas cosas. Ahora, con la vida patas arriba y después de haber reflexionado y sufrido lo indecible, no hay perspectivas de futuro. No sé de qué manera acercarme a él, o hacerle entender que entre nosotros podría haber algo muy interesante, si él lo permitiera. Y entonces él me rechaza de una manera sutil (muy sutil), pero tangible. A buen entendedor, pocas palabras bastan. O más bien, a buen entendedor, las palabras vacías y el desdén, bastan

Pensaba que el destino me había hecho cruzar de nuevo con una situación similar en mi vida para que esta vez, aprovechara la oportunidad e hiciera las cosas de una manera diferente. Así que me dije a mí misma: "¡Ve a por ello! ¡Lánzate! ¡Permítete dudar de todo lo aprendido!". Y eso hice. Investigué tanto... madre mía. Investigué todo lo investigable. Y dentro de ese proceso, me encontré con partes de mí que ya creía olvidadas. Gracias a él, reaparecieron llenas de polvo, pero vieron luz después de tantos años sepultadas en algo que yo pensaba que era vida normal. Algo subjetivo, sustancial y básico que estaba en el fondo de mis pensamientos surgió de nuevo. Sentimientos, sensaciones, conceptos, costumbres, pensamientos, ideologías... Puede que a eso se le llame crecimiento, dejar evolucionar ciertas cosas. O puede que se llame simplemente ser sincero y consecuente con uno mismo y con su esencia.

El caso es, que me voy por las ramas, que me he dado cuenta de que por mucho que me regale, no obtengo resultado. Por muy amable que quiera ser, por mucho que me preocupe por él y sus problemas, por todos favores que le quiera hacer, por muchas invitaciones que él me quiera rechazar... él no está interesado. Sus razones tendrá. Pero he llegado ya a una conclusión: basta. Basta de regalarte. Basta de darlo todo recibiendo tan poca cosa a cambio. Gracias a él (paradójico), ahora sé lo que valgo. Más que antes. Y hasta dónde quiero  y puedo llegar. Es liberador llegar a este punto, después de tanta tensión acumulada. ¡Y yo que estaba segura de que esto era una oportunidad para estar por fin con "el chico de mis sueños"! Fue más bien la oportunidad de encontrarme con la persona que quiero llegar a ser, o al menos la que quiero llegar a ser desde donde estoy ahora. Creo que he ganado, aunque haya perdido batalla. 

¿Cuál era, pues, mi asignatura pendiente? ¿Luchar por quien yo creía que me haría más feliz? Después de vivir buena parte de mi noviazgo bajo la sombra de una frustración anterior, pensando en cómo sería compartir mi vida con la otra persona, en por qué aquello no funcionó, en qué hice mal, etc, pensaba que él sería la oportunidad para resolver todas esas cuestiones.  Ahora sé que no. Mi asignatura pendiente era aprender a aceptar la vida tal como viene. Que hay personas que, por mucho que lo intentes, no estarán locamente enamoradas de ti. Que la ilusión que viste al principio en los ojos de la otra persona y que se fue diluyendo, no estaría sustentada por algo sólido si el tiempo pudo con ella. Que no puedes culpar moralmente a otra persona por no sentir lo mismo que tú. Que, a veces, las personas no nos encontramos en el tiempo y lugar adecuados, aunque seamos compatibles. Que hay que tomar lo bueno que te aporte cada persona y las nuevas perspectivas que cada uno trae consigo. Que debemos aprender a dejar marchar sin resentimiento, sin convertir aquello en un duelo que dure para siempre. 

Ahora me queda el reto mayor: no convertir esto de nuevo en un drama. Simplemente coger y dejar ir. Y aceptar lo que viene y lo que se va. No pienso que haya personas que son piedras en el camino... nosotros las convertimos en piedras, o en diamantes. De nosotros depende. De mí depende ahora mantenerme a salvo de la melancolía cada vez que escuche una canción, una película, un poema, una palabra, un lugar o algo que me recuerde a él. Recordarle, ¿por qué no? Pues claro que sí. Ahora que él estará lejos, cerca de un puerto de mar, empezando su nueva vida, podría ser peligroso pensar de nuevo en la "oportunidad" que perdí, y en por qué lo "dejé escapar". Pero no debo moverme en esa franja de mi cerebro; no en la zona de la pérdida, sino en la de la ganancia. En la del aporte... En la de la luz.

¡Nos vemos en el próximo té!

jueves, 6 de abril de 2017

Amor para siempre

Últimamente pienso mucho en una idea: el amor sí puede ser para siempre. Se puede sentir amor por una persona durante toda tu vida. Y este es un concepto sencillo: en condiciones normales, sientes amor por tus padres, por tus hermanos, por tus hijos, manteniéndose durante toda la vida con mayor o menor intensidad (salvando las diferencias circunstanciales entre unos y otros seres humanos). 


Pero, ¿y en las relaciones de pareja? ¿Puede el amor vivir para siempre? Y si no es así, ¿qué nos hace romper el vínculo afectivo; dejar de sentir amor por esa persona? Pensando en que la pareja terminara su relación en las mejores circunstancias, me pregunto si el amor entre esas dos personas, fuera de una relación de pareja, estaría avocado a la extinción por circunstancias sociales o puede vivir para siempre. Yo me inclino más bien por lo segundo. 

Si admitimos que el amor entre dos personas que estrictamente no son familia puede ser para siempre, ¿entonces una relación de pareja también puede ser para siempre? ¿O no siempre es suficiente con sentir amor? El caso es que se habla mucho sobre la atracción entre dos personas, y cómo determina que ambas acaben posiblemente involucradas en algún tipo de relación, y que la "atracción sexual" en una pareja se agota aproximadamente a los tres años, como si de un reloj biológico se tratase. Con el tiempo, las relaciones sexuales se vuelven más esporádicas y quizá menos intensas, lo que evolutivamente no sería eficiente para la especie. Por ello, ese reloj nos determina a sentirnos atraídos por otras personas al cabo de un tiempo. Pero hay que tener en cuenta otra realidad: nuestro cuerpo quizá tenga mucho de animal, pero nuestra mente está unos pasos por delante de esa circunstancia. Nuestro amor, el amor que sentimos los humanos, creo que está más en la mente que en el cerebro, y a veces confundimos el amor con otras cuestiones, identificándolo como una emoción y no como un sentimiento. 

Volvemos entonces a plantear la pregunta, ¿es suficiente el amor para sustentar a una pareja a lo largo del tiempo? Le doy vueltas al tema y pienso en cómo se llega al punto de la rutina entre dos personas. Hay amor, sí ¡pues claro que lo hay! Pero falta emoción, conquista y atracción. Pienso en el gran número de parejas estables que estarán en esa situación, o en los millones de infidelidades que surgen a cada minuto a lo largo y ancho del planeta tierra. Pienso en las personas que se deciden a tener una relación abierta: a que una persona sea el amor y otras sean el sexo. ¿Realmente es efectivo? Habría que tener un punto de maduración y de abstracción muy grande para llegar a un equilibrio... Pienso en las personas que viven en pareja durante toda su vida, y son felices, con sus más y sus menos, pero con un pulso muy fuerte por mantener esa relación con buena salud. No se trata simplemente de acostumbrarse al otro, sino de intentar aportar y rescatar lo bueno de uno y del otro respectivamente, como si de una evolución constante se tratara. También creo que para eso se necesita un alto grado de maduración, para evitar caer en el tedio y la costumbre. La temida rutina. Pienso también en las parejas que rompen porque sienten que no tienen más que aportarse, pese a que se sigan queriendo. ¿O ya no es amor, y simplemente se ha convertido en cariño? En cualquier caso, ¿qué clase de magia debe tener el amor en pareja para que sea para siempre? 

Desde que lo dejé con mi pareja me encuentro en constante análisis sobre la vida, el amor y las relaciones humanas, intentando dilucidar por qué ocurren las cosas de la manera que ocurren, por qué en ocasiones nos vemos avocados a tomar ciertas decisiones para preservar nuestra felicidad, qué nos lleva a empezar o a terminar algo... qué impulso vital se esconde detrás de todos nuestros actos. ¿Realmente somos tan dueños de nuestra vida como nos creemos que somos? Si podemos llegar a ser felices sin plantearnos todas estas cuestiones o si, por el contrario, siendo más conocedores de nuestra propia historia, sabiendo reconocer nuestras debilidades y limitaciones, es la única manera que tenemos de encontrar el mejor camino para nuestra existencia. 

Ayer estuve leyendo la historia de Robert Smith y su mujer Mary Pole, que estuvieron juntos desde que se conocieron en el colegio, y nunca han estado con ninguna otra persona. Ellos han sabido mantener esa llama durante el tiempo y la distancia física, y estar con una sola persona no ha impedido que Robert Smith escriba grandes canciones de amor, como si de un nuevo amor se tratase. Esa clase de magia... me pregunto dónde reside.

¡Nos vemos en el próximo té!

Mary Poole y Robert Smith