lunes, 6 de marzo de 2017

La vida en las cavernas

Últimamente mis días son ciertamente caóticos; no me centro. Quizá sea porque tengo demasiados proyectos entre manos y muchas ganas de desarrollarlos todos a la vez. O porque de repente veo que la vida que para mí tenía un sentido ha ido cambiando hasta estar bastante irreconocible. No es que eso me desaliente, pero inevitablemente me desconcierta, y me distrae.

Desde que tengo uso de razón, los estudios han constituido el principal motor de mi vida. Estudiar y sacar buenas notas era algo fácilmente correlacionable: si te aplicabas, salía bien y se te reconocían tus méritos. Y en verano, vacaciones y a disfrutar de la vida: amigos, pisci, familia, pueblo, helados, acostarse tarde, noches estrelladas, etc. Nadie te prepara para qué pasará cuando se acabe eso. Ahora entiendo a aquellos que sacaban malas notas y además les daba igual. Quizá porque en la vida hay otras cosas más "relevantes", y ellos, inconscientemente, eran poseedores de esta sabiduría. Que si hábito de estudio, que si lo que hagas hoy servirá para construirte un futuro el día de mañana, que si trabaja día a día... Joder, valores que yo personalmente tengo a fuego grabados en la cabeza. El problema es que no lo son todo. En serio, ¿quién te prepara para lo que viene después? Y ya no estoy hablando del momento de entrar en el mercado laboral, con sus consiguientes incógnitas vitales... Voy más allá. Estoy hablando de que incluso cuando ya has empezado a trabajar, sigues con el mismo riesgo de no entender qué estás haciendo, aunque estés haciendo algo que te llena y te gusta, algo para lo que te has preparado. 

¿Y si el trabajo no dignifica al hombre? ¿Y si estamos haciendo las cosas al revés? ¿Realmente es necesario trabajar en lo que a uno le gusta para sentirse bien? Vaya... qué sorpresa me he llevado cuando me surgió trabajo "de lo mío", y seguía igualmente desmotivada. Igual es que sigo sin poder poner mis asuntos en orden, como sabréis aquellos que habéis transitado alguna vez por este blog. Ahora que he acabado de estudiar y estoy trabajando, ahora que ya no tengo pareja después de siete años y medio, ahora que tengo menos relaciones sociales que nunca, ahora que parece que el tiempo se detiene a ratos para recordarme que sigo sin ubicarme en la vida, ahora que intento centrarme en mí misma sin llegar a conseguirlo, ahora que... Un largo ahora que...

Desde hace un tiempo pienso en cómo hemos construido nuestra sociedad, nuestro mundo... ¿cómo demonios hemos llegado hasta aquí? Toda esta infraestructura social que nos hemos autoimpuesto me parece absurda y me pregunto cómo serían las cosas si todo fuera más sencillo. Quiero decir, ¿cómo sería la vida si todavía viviéramos en las cavernas? ¿Estaríamos preocupados por todas estas cosas? Naturalmente que no... ¿o sí? ¿Estaríamos preocupados por ubicarnos en la vida? ¿O estaríamos más preocupados por encontrar alimento, cobijo e intentar no morirnos a los 35? ¿Estaríamos preocupados por nuestras relaciones sociales? ¿Qué nos hizo llegar hasta aquí? 

Pienso que hemos llegado hasta este punto por nuestra imperiosa necesidad de "mejorar" las cosas, de mejorar nuestra vida y hacerla más cómoda y segura. Desde un punto de vista evolutivo, como especie este comportamiento es totalmente comprensible (en la Naturaleza siempre se tiende a eso). Pero claro, en todo ese proceso también tuvimos que desarrollar nuestro cerebro... ¿Será nuestra inteligencia la causa de nuestros problemas? ¿Sería mejor vivir en la ignorancia, como los animales? Lo verdaderamente relevante es que, llegados hasta nuestros días, todos los demonios interiores del ser humano han aflorado y los vemos cada día en nuestras vidas, en nuestros trabajos, en los medios de comunicación, y el reflejo es que vivimos en un entorno más deshumanizado que nunca. Es intoxicante. Creo que antes, en las cavernas, se le daba mayor valor a la vida, estoy segura. Ahora parece que la vida es algo que tenemos que vivir por obligación y dentro de una serie de pautas absurdas. Por eso es un sinsentido. Quizá quienes no se lo plantean no ven que es un sinsentido, y para ellos, la vida tiene sentido. Qué paradoja. 

Entonces, toda aquella infraestructura social en la que he vivido los últimos veinte años me ha protegido relativamente de plantearme todas estas cuestiones. Pero una mente en ebullición como la mía solo estaba postergando el momento de enfrentarse a ello abiertamente. Nadie te prepara para cuando se disipa esa cortina de humo, y es entonces cuando necesitas romper con todo para ver qué misterio encierra la vida. Un poco como hizo Descartes en el Discurso del Método, empezar a dudar de todo. Ahora entiendo a aquellos pensadores griegos que se pasaban el día en túnica blanca filosofando sobre la vida... Desde que salimos de las cavernas, no nos ha quedado otro remedio.

Aquí Johnny Depp en Desde el Infierno, buscándole sentido a su vida a través de una
botella de absenta ;D 

2 comentarios:

  1. Hola!! Que interesante artículo!! Alguna vez me he sentido igual, pero el sentido de la vida es el que tú quieras darle sin necesidad de que nadie más que tu lo apruebe. Y, sobre todo, atreverse a hacer las cosas sin esperar a que "sea el momento correcto". Sobre todo, sin compararse con nadie porque nunca hay un "mejor". Sólo diferente manera de ver las cosas. Un saludo. Elcuadernodesofia.wordpress.com

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu palabras! Me alegro que te haya gustado el artículo.
      Así es, supongo que reflexionar sobre esto siempre lleva a la conclusión de que la vida tiene el sentido que queramos darle.
      Un saludo muy grande!
      Por cierto, me he pasado por tu blog y está muy chulo ;)

      Eliminar

Cuéntame tú ;)