martes, 10 de enero de 2017

La sombra que no vemos


Hoy lo he visto claro. Como si me pasara toda la vida por delante antes de morir, porque hoy he vuelto a morir un poco. Hacía años que no le veía en persona y había olvidado lo que me impone. Me jode que me pase esto porque quiero ser una persona un poco más fuerte que no se amilane tan fácilmente. Pero está claro que no lo he superado, y si me volviera a encontrar con él ahora, me pasaría lo mismo. Hay heridas que no se cierran; aunque la realidad es que él no me hizo ninguna, supongo que me las hice yo todas

Me pregunto qué hubiera pasado si yo no hubiera empezado a salir con otra persona; es decir, qué hubiera pasado si no me hubiera rendido con él y hubiera seguido intentándolo. Probablemente no habría salido bien, porque me hubiera encontrado con muchas frustraciones que no habría sabido manejar. De hecho, puede que ahora esté mucho más preparada para enfrentar una relación con una persona como él. Es increíble que después de ocho años (o quizá más) me siga pasando lo mismo, siga sintiendo lo mismo cuando le veo. Habría sido bonito que hubiéramos mantenido el contacto, que no hubiéramos perdido nuestra amistad... y habría sido bonito encontrarnos años más tarde, un poco más reforzados. Quizá entonces habría podido surgir algo mucho más sólido. Pero la realidad es que, desde hace unos años, está saliendo con mi amiga; él tiene sus sentimientos bien atados para que no se desboquen, porque siempre lo ha hecho así y se le ha dado bien, y yo estoy al otro lado de su mirada, destrozándome un poco por dentro, sin poder controlar cómo se va derrumbando toda la historia con la que me había convencido a mí misma de que estoy mejor como estoy. Hay verdades que duelen, sobre todo las que uno se niega a sí mismo.

Me siento muy simple viéndome superada por la presencia de un hombre, porque es algo en lo que no quiero creer. Pero a la vez qué complejo es todo... Sé la teoría: la típica historia de lo que nunca sucedió pero pudo haber sido, el tópico por excelencia de las canciones de amor más horteras, el estereotipo de que la chica debe quedarse suspirando porque así estamos distraídas y no concentradas en nuestros verdaderos problemas... Pero la práctica... ¡ay, la práctica! Entonces ya no es esa historia universal, repetida tantas veces que suena cansina, sino que es mi historia y la de él, mis sentimientos y los suyos, mi angustia que surge a borbotones de las profundidades sin poder hacer nada por evitarlo, los recuerdos que están ahí agazapados, y saltan cuando le miro a los ojos. Es ahí cuando todo me parece un mundo y me pregunto qué me está pasando, por qué sigo permitiendo que ocurra esto y qué puedo hacer para evitarlo. Y mi pregunta es, ¿esto se debe evitar? Rápido llego a la respuesta: evitarlo es lo que me ha llevado hasta este punto. Puede que liberar el dolor sea lo más sensato.

Pero quizá no sea su sola presencia la que me perturba, o el pensar que nunca haya podido estar con él, sino lo que representa para mí la relación que tuvimos, y como acabó todo. ¿Un fracaso, quizá? Culparme durante años por no haber sabido manejar la situación, por no haber sabido entenderle, por pensar que no era lo suficientemente buena para él, enrabietarme pensando qué tiene que tener una chica para merecerse estar con una persona así... no me ha ayudado. Y no solo eso, sino que esos pensamientos se han seguido realimentando en mi subconsciente durante tiempo. Llegados a este punto, he de reconocer que esta frustración ha sido una sombra siempre presente durante mi relación anterior, porque me rendí con él y abracé lo que me resultaba más fácil y familiar. Necesitaba urgentemente que alguien sanara todas las heridas que me había estado haciendo a mí misma, necesitaba alguien que me dijera que me quería, que estaba loco por mí, que estaría dispuesto a todo lo que yo le dijera... De nuevo, ahí tenemos la necesidad de la respuesta inmediata, o la necesidad de encontrar a alguien que haga que te dejes de lastimar emocionalmente, alguien que te ponga las cosas más fáciles. Un bálsamo, por así decirlo.

Como todo lo que ocurre en mi vida empieza y se desarrolla despacio, supongo que dilaté demasiado el momento de volver a pensar en todo esto. Concretamente, ocho años. Estaba demasiado tranquila como para querer revolver viejos rumores del pasado, hasta que sucedió algo que me recordó todo este episodio, y por fin me di cuenta de que esto es una de las asignaturas pendientes más importantes de mi vida. El desafío está planteado. Reencontrarme con él justo cuando estoy en esta encrucijada vital no ha sido casualidad (o quizás si); ha sido un recuerdo de que lo que estoy haciendo ahora, lo estoy haciendo por algo. Es el reflejo que ha estado ahí, esperando a ser visto.

¡Nos vemos en el próximo té!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuéntame tú ;)